La vida de Nicolás Otamendi estuvo marcada por una tenacidad inquebrantable desde su infancia.
Desde temprana edad, tomaba tres colectivos para llegar a sus entrenamientos. Su día empezaba a las 7:30, combinando la escuela con el fútbol, y regresaba a las 9:30 de la noche, una rutina que repetía a diario.
Hasta los 13 años, su madre fue su compañera constante, pero las dificultades financieras la obligaron a dejar de acompañarlo.
LA DURA HISTORIA DE VIDA DE NICOLAS OTAMENDI
Nicolás, determinado, viajaba en guardapolvo pagando apenas 10 centavos. En ocasiones, su madre le daba 2 pesos para alimentarse en el camino, sacrificando su propia comodidad.
Nicolás siempre fue consciente del esfuerzo de su madre, quien le daba todo lo que tenía, incluso a expensas de su propia alimentación.
«Hasta el día de hoy siento que les debo todo eso», confesó. Su anhelo era retribuir ese sacrificio con el triunfo en un Mundial, y gracias a Dios, ese deseo se hizo realidad.
La historia de Nicolás Otamendi es un testimonio de resiliencia y gratitud, una inspiración que trasciende el campo de juego.
LA DURA HISTORIA DE VIDA DE NICOLAS OTAMENDI
«Yo me tomaba tres colectivos para ir a entrenar ya desde infantiles. A las 7:30 iba al colegio, a las 12 salía y mi vieja me esperaba con una vianda, y de ahí toda la tarde y volvía a las 9:30 de la noche, y así todos los días».
«Hasta los 13 años me acompañaba mi vieja, y después dejó de acompañarme porque no daba el presupuesto, yo viajaba en guardapolvo porque pagaba 10 centavos».
«A veces mi vieja me daba 2 pesos para comer algo allá. Pero yo sabía que le costaba, me daba todo lo que tenía, prefería que lo tenga yo pero ella no se alimentaba bien».
«Hasta el día de hoy siento que les debo todo eso, mi deseo era poder devolvérselos con este Mundial. Gracias a Dios lo pude conseguir».